Para ti la casa,
la tierra
y el arado;
para mí,
las palabras que vuelan por el aire.
Estas herencias
¿son dádivas de Dios,
o son trabajos?
Por el día,
cada cual se afana en sus quehaceres.
Tú,
unces los bueyes a la reja del arado,
y te vas por los campos
abriéndole senderos de centeno a la mañana.
Yo alzo el vuelo,
y me voy tras del aire
a sembrarle arrozales de sueños a la tarde.
Todo esto nos separa.
Por la noche,
yo reposo en tu tierra;
tú te vienes conmigo
a navegar senderos de estrellas por el cielo.
Todo esto nos acerca.
Juntos los dos construimos este mundo.
Las palabras,
palabras;
y los panes…,
olvidos.
1 comentario:
Hermoso !!! Gracias por compartir el sentimiento desde la magia de las palabras.
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