sábado, 14 de agosto de 2010

FANTOMAS DESENMASCARADO.

No se; cada vez hay una búsqueda más generalizada de algo en lo que poder creer. Es como si la humanidad no se sintiera muy segura de lo que está ocurriendo y, como siempre hizo, se volviera a mirar hacia lo divino para que le cuente algo. Proliferan los gurús, los guías espirituales, los maestros… La Europa laica, tras de disfrutar de más de cincuenta años de bonanza y autarquía, vuelve a necesitar a Dios. (De los políticos, ya no hay dios que pueda fiarse). La Iglesia Católica, a pesar de la ulcerada fealdad con la que se nos ha ido desnudando, se perfila de nuevo como un poderoso imán para las actuales clases medias -incluso, para aquellas que se consideraban progresistas-, precisadas de cualquier esperanza que las libere de esta incertidumbre en la que actualmente les está tocando vivir. De hecho, ya nadie cree que el sistema tenga realmente una respuesta para lo que está sucediendo. Esta crisis se le antoja a todo el mundo más profunda de lo que nos han venido contando; y, en verdad, es mucho más profunda. Los ecosistemas están amenazados. Las ciudades, son como descomunales gigantes desvalidos, preocupados exclusivamente porque no se paralice su suministro de alimentos. Las luchas de clases vuelven a asomar peligrosamente la cabeza. China avanza hacia los mercados de consumo –de alguna manera tiene que solventar el problema de los mil millones de campesinos que carga a las espaldas-; India, América Latina, pronto la África negra…; amenazándonos con convertirnos, exclusiva y permanentemente, en una especie de organismos productores-consumidores, para poder seguir soportando el funcionamiento de un modelo de economía, que es como un monstruo descerebrado que necesita estar consumiendo y creciendo, consumiendo y creciendo sin límite alguno para seguir viviendo… Yo creo que la humanidad se esta preguntando finalmente, después de siglos y siglos de letargo: "¿Adónde vamos?"... Y la respuesta, ni nos la va a dar Dios, ni nos la van a proporcionar tampoco los políticos. La respuesta tiene que salir del hombre; el único al que, habría que esperarlo y desearlo, aún puede que le quede una pequeña pizca de sentido común.

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