jueves, 5 de agosto de 2010

PASAN BAJELES INFINITOS SURCANDO EL HORIZONTE.

Pasan
bajeles infinitos
surcando el horizonte.
Al observarlos,
los ángeles azules,
-añiles por el rubor de la vergüenza-
se ocultan tras la nubes.
Hombres pálidos,
envueltos en raídos abrigos
y cansados,
regresan de la guerra
o van a ella.

¿Dónde quedó enterrado en estandarte que los guía?
¿Dónde las ilusiones?;
¿las creencias?...

Derrotados,
maltrechos,
semiocultos entre las nieblas del olvido,
cruzan el horizonte
sin preguntarse
si llegó ya el momento de rendirse
o si aún existe una razón para seguir marchando.

Vamos;
porque si no,
¿qué somos?...
Ansiamos el milagro
y lo seguimos.
Si creemos ya en él,
no es importante;
lo urgente es ir tras él,
buscarlo en todo aquel
que nos cruzamos por la calle;
en cada espacio,
en cada ser,
con cada aliento...;
en el latir de cada instante.

“¡Camaradas,
estad alerta!;
el vigía se ha dormido en la torreta
y el piloto
hace ya tiempo que perdió el rumbo del faro que nos guía”.

¿Qué razones podremos esgrimir frente a quien dice
que somos unos locos,
que ignoramos
hacia donde encaminamos nuestros pasos,
que carecemos de prudencia y de decoro?...

No tenemos respuesta ninguna que ofrecerles;
pero vamos.
No existe hogar alguno que aguarde por nosotros
al fin de la jornada,
ni anhelo que nos guíe,
ni fe que nos avale;
y sin embargo,
vamos.
Ni siquiera arriesgamos la osadía
de decir que seguimos a Dios,
pues esto es falso.

Vamos
porque hay que ser;
con eso basta.

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