domingo, 1 de agosto de 2010

EL TENDERETE DE REMEDIOS.

En el mercado de los viernes de Todos los Santos, pequeña aldea a la que se llega deambulando por la altiplanicie de los Montes Cuchumatanes, instala desde siempre su tenderete un viejo indio quiché llamado Remedios, aunque creo recordar que el nombre se le alarga con Marías y Asunciones, que vende sandalias para uso exclusivo de viajeros. La particularidad que las hace tan privativas y, sin duda, apreciadas por los trotadores de mundos, reside en que están confeccionadas con la ayuda de dos invisibles aliados -uno procedente del mundo del Tonal y el otro del Nagual-, a los que, existan o no, Remedios María de la Asunción nunca se olvida de quemar dos pulgaditas de copal, antes de tomar entre sus diligentes y nervudas manos la cuchilla, la lezna y el cordel encerado. Si el viajero que realizó el encargo, tuvo además la ventura de ganarse la estima de Remedios; éste, acompaña la ignición de la resina con un bocadito de peyote, para hacer que le nazcan alas a las suelas y paisajes a sus puntadas. Para evitarle luego confusiones al usuario -ya que las sandalias carecen de arco y angosturas, y son idénticas en su hechura y acabado-, Remedios ha tomado la costumbre de marcarlas con el nombre del aliado que le ayuda a confeccionar cada una de ellas; no con el auténtico, por supuesto, porque entonces cualquiera podría robárselos. “Como las cosas son”, se llama la sandalia derecha. Y la otra se llama, “Como a mí me da la gana”.

De mi "LIBRO DE RUTAS PARA VIAJEROS SIN DESTINO". Ediciones Obelisco.

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